sábado, 3 de octubre de 2009

FRÍO

Todo está oscuro, relativamente oscuro, la luna ilumina el rostro de las personas que hay delante de mí. Están alejadas y no consigo ver sus facciones. Me encuentro al principio de una larga calle estrecha, con edificios altos y oscuros a su alrededor. Sigo avanzando, sin miedo a lo que pueda suceder, pero no dejo de mirar esos rostros, cada vez más cerca, cada vez más grandes.
Hace frío, deseo llegar a casa lo más temprano posible, pero esta calle se me hace cada vez más eterna.
Sigo arrastrando mis pies sobre el asfalto, cansada del duro día que he pasado y con los pantalones sucios, manchados del roce del suelo. La suerte no me persigue y un gato negro atraviesa corriendo por delante de mi cuerpo. Me asusto. Él me mira con esos ojos verdes que resaltan sobre el color de su cuerpo, pero sigue su trayectoria hacia el otro edificio.
Las sombras están al llegar, el silencio es el protagonista. Desde el punto donde me encuentro consigo distinguir que hay una chica, un niño y un hombre. La chica está apoyada en la pared, el niño agachado en el suelo y el hombre buscando entre la basura.
Una vez me dispongo a pasar por delante, observo el niño que esta agachado en el suelo, con la cabeza mirando fijamente la arena. Va descalzo, su ropa parece reutilizada, con manchas y desgarros. Escucha el ruido de mis pasas y levanta sutilmente la cabeza, observando qué pasa; su cara está llena de barro, sus ojos están hinchados y rojos, su pelo sucio y roñoso. Lleva un palo en la mano, parece ser que está dibujando en el suelo. Pero en el suelo solo se pueden ver rallas mal trazadas sin ningún sentido.
La chica de la pared parece ser de unos veinte años. Lleva la cara cubierta con un velo negro que solo le deja ver esos ojos marrones. Su mirada transmite dolor, tristeza, hambre, angustia. Desvío mi mirada de sus ojos pero me deja un vacío en el corazón, como si deseara que esa chica pudiera tener una vida feliz pero no sabes que hacer para ayudarla.
Cruel de mí sigo avanzando hasta pasar por delante del hombre. Un hombre mayor con una sucia barba larga, con una ropa que da repelús al verla de lo vieja que esta, con los dientes amarillos y ojeras en los ojos. Cierro el abrigo solo de ver el pobre hombre que va en manga corta y los pantalones medio rotos. Él ni se inmuta de mi llegada, sigue buscando entre la basura para encontrar algo con que alimentarse o sobrevivir.
Me duele. Me duele ver esa gente triste, callada y pobre, y pensar en lo bien que vivo yo. Me duele saber que dispongo de un hogar y no lo valoro. Me duele pensar en las veces que he rechazado la comida por una tontería.
Me duele saber que con solo cruzar una calle puedes observar lo mal repartida que está la riqueza mundial.

1 comentario:

  1. Roser!
    Tens un bloc! k krack! No ho sabia, m'acabo d'enterar x casualitat.
    Molt bonic aquest escrit.. ja m'aniré llegint els altres. Te posat un link al meu nou bloc kasundena.cat
    molts ptons!

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